Saludos a todos , os paso un artículo muy interesante de nuestro amigo y escritor Walter Iraheta, para seguir su trabajo en su blog
PD: Estaría interesado en contactar con poetas y escritores para intercambiar ideas, trabajos, puntos de vista, etc...si alguien esta interesado que me escriba un mail.
ARTE CONTEMPORÁNEO EN CUESTIÓN
©Walter Iraheta Nerio
Los escándalos y protestas no han cesado desde que «las instalaciones» chocantes del arte contemporáneo dejaron los antros subterráneos, y se colaron a las salas de museos y galerías.
No son para menos los escenarios dantescos donde se exponen torturas de seres vivos, instalaciones de performers que degollan gallinas en vivo, replicantes como heridos de guerra desangrándose, y qué decir del perro muerto por hambre, mientras olía croquetas en una galería de Managua.
Con intensionada transgresión estética los pastiches se industrializaron luego que Piero Manzoni presentara su estiércol enlatado, y se convirtiera en leyenda por los reclamos de un museo nórdico cuando una lata se destapó, con la inevitable fetidez inundando la sala de exposición.
Ahora las erizantes exposiciones se presentan con la etiqueta de la novedad, la garantía del shock es cool y un business que reinventa pretextos underground. Esta tendencia de obras chocantes algunos adeptos la reivindican como «anti-arte» y hasta «denuncia», pero a juicio de los críticos se trata de una basuralización de la cultura, incentivada por las corrientes del posmodernismo.
Por la creciente oferta de obras, a mediados de los años noventa las galerías se mudaron del chic Manhattan en busca de viejas bodegas o polígonos de espacios amplios para dar cabida a las monumentales performances. Por igual en Europa los anti-arte reciclan fábricas abandonadas para montar salas de exposición, como también en la zona bohemia los bares dan cabida a las escenas aberrantes de los performers.
Con esa proliferación de la banalidad, el arte contemporáneo se ha convertido en fenomeno de sociedad. La transgresión estética toca a todas las artes y, a las mismas pautas cotidianas de una sociedad desbrujulada por las tendencias inmediatistas de la globalización, la imposición del espectáculo y un supuesto multiculturalismo.
Algunos de los «artistas performer» justifican sus obras como una respuesta al presente caótico, desmarcadas de culpa y con miras a vivir el instante: «Yo no soy responsable de lo que está pasando».
Es evidente en tales conductas la exclusión del artista del entramado social, aunque tal actitud entra en contradicción consigo misma al utilizar dicho contexto como materia prima, objeto de expresión y modus vivendi.
Obviamente tales elementos de evasión son características de las vanguardias que desde inicios del siglo veinte se ocuparon en desmontar el andamiaje del modernismo, para experimentar todos los materialismos posibles: la muerte de la historia, de la espiritualidad y de la política.
Ese desmontaje axiomático comienza con el dadaísmo, piedra fundacional que se abstrae de la realidad con sus átonos o cacofónicos collages, y se profundizará con la cadena de los "ismos" muy asiduos a la exploración onírica como se puede ver en los lienzos vertiginosos del surrealismo, y el vacío de un conceptualismo sin concepto fundado en la banalidad, tal es El Mingitorio de Duchamp y las deconstrucciones geométricas hasta el negro absoluto.
Del mismo modo entra en esas vanguardias la experimentación híbrida, cuyas muestras ejemplares son los collages de «naturaleza muerta con naturaleza viva»: se puede ver en el El Gigante Cíclope de Tanguely, consistente en una máquina con árboles, en el centro de un bosque francés ahora convertido en parque.
Tal actitud sedienta de novedad y escalofríos explica la aceptación del accidente, el asesinato o el suicidio como obra de arte. Paroxismo que en fotografias y películas de Man Ray replican la ambigüedad de cuerpos en los que se confunde lo erótico y lo funesto, que podrían ser maniquis de yeso o verdaderos cadáveres, como ya han corrido rumores.
Del mismo estilo son las cerigrafías de Andy Warhol dedicadas a representar el accidente como obra de arte, véase «Accidente de automóvil blanco, 19 veces», o bien «Automóvil verde en fuego», asomos en «Gun». Con la misma actitud aparece Roy Lichtenstein en uno de sus cartones pop mostrando la ametralladora «Takka-Takka».
Paralelo al apogeo Pop surge la marea beat de la contracultura. Las multitudes hippies ávidas de una espiritualidad alternativa paradójicamente harán su propia fe con la psicodelia: La misa acontece en un concierto donde la liturgia es llevada por bandas de rock que ya deconstruyeron la gramática sinfónica, las hostias de la comunion son hechas de anfetaminas, y por incienso tienen marihuana, amén del catecismo contra la «moral burguesa» y las reglas de la sociedad.
La contracultura como fenómeno de sociedad invade espacios privados, las artes, la moda, la publicidad, la industria y, como no: la filosofía. Los pensadores de una
French theorie y lumbreras californianas teorizan encíclicas para la cultura de masas: deconstrucción, situacionismo, existencialismo.
Todo un cóctel ideológico que llega hasta las barricadas para sacudir lo último que quede de principios, fundamentos e ideales modernistas. Numerosos ensayos fustigan la razón, la realidad y la sensibilidad a cambio del conocimiento, la performance y el impacto.
Para la difusión de las ideas posmodernistas, será la música pop un vehículo estratégico, dado que tiene facilidad de colarse a los hogares, tiendas y centros de diversión. En esa popularización es contraparte el cine y la televisión.
En cada etapa del rock puede verse la actitud transgresora. Desde el folk casi pastoril que transmuta al acid rock, la asonancia y el frenetismo marcará la vía contemporánea hasta las nuevas generaciones de un irascible punk que se entrega a la provocación, los bajos fondos, se presenta desarrapado, luce cabezas erizadas y llena sus canciones de letras insultantes.
No es fortuito que la consigna punk de «todo hombre es un rockero», coincide con la actitud contemporánea de que «todos somos artistas», o «todo es poesía».
El punk pesimista del No future, deja espacios para una nueva era gótica que coquetea con el satanismo. La distorsión toca ya al cuerpo humano: piercing, tatuajes, implantes de colmillo de vampiro, cortes en la lengua. Desfiguración del cuerpo a fuerza de tuercas implantadas o con ropas deformantes.
La literatura tampoco ha escapado a la influencia de la actitud contemporánea del shock y la estética negra, cuyas características seducen a todos los géneros. La actitud del ego-artista en muchos casos se adelanta a la obra. Autobiografia, primera persona, metaliteratura, transgresión y estética negra al grado cero.
Con la red virtual y el mercado global, el arte contemporáneo tiene alcances planetarios. Los emblemáticos gurús del conceptualismo y otros "ismos" son imitados de modo que la tendencia transgresora es ya un fenómeno de sociedad –lo que faltaba: porque todos somos artistas-, y las instalaciones llegan hasta las calles, ya no necesitan museos ni salas chic, se toman las aceras y las plazas. La materia prima: la basura.
Los últimos en llegar a la feria de los adefecios son los artistas chinos y de los países del Este. Con decenios de dictadura y represión a la libre expresión de las ideas, las propuestas chinas no podían ser menos provocadoras y chocantes –si se las quiere justificar-, y han impactado en esa parte del público occidental sediento de shock, hedonismo y anécdotas de bajos fondos.
Pero en general, buena parte del público se ha comenzado a irritar. Así en 2007 la protesta pública logró que una colección de réplicas de fetos incrustados con espinas y uñas rapaces fuese retirada de una exposicion en Zurich.
También el basta ya a la transgresion y prácticas crueles, se hizo eco en las bienales 2007 de Venecia y Estambul. Es notable el numero de galerías y museos, sobre todo en Londres y Nueva York donde ya son rechazadas y cuestionadas las instalaciones y obras de contenidos escalofriantes.
Muchos de los llamados artistas contemporáneos rechazados, han recurrido a la coartada periférica llevando sus adefecios a colectivos de zonas marginales, barrios de inmigrantes o las cárceles. Otros con estatus de vedette se han refugiado bajo el paraguas de astros del rock o del cine, y como en otros tiempos se dan un baño de humanitarismo financiando Ongs tercermundistas.
En ese No rotundo a la impostura y la transgresión, la acción más contundente ha sido la protesta del movimiento Stuckist Internacional, que cuestiona a los premios británicos de obras que exponen la crueldad y distorsionan el arte. La crítica también está dirigida al vacío del conceptualismo y la tendencia del ego-artista.
Inspirados en valores humanistas, Stukism International plantea un relevo al posmodernismo del arte contemporáneo. Desde hace un decenio, hay una nueva generación de artistas con una estética contra-anti arte. Así este movimiento Stuckism International cuenta con 170 grupos en 41 países.
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©Walter Iraheta Nerio
viernes, 20 de febrero de 2009
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2 comentarios:
¡Muy buen artículo, felicidades!
¿En qué museo nórdico se abrió una lata de mierda de Manzoni? Yo tenía entendido que dentro sólo había yeso.
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